Agencia CHE

Pobreza, frustración y violencia

Es alarmante la violencia juvenil de una mayoría de menores de edad.

Lo que no interesa a los medios dominantes.

Pibes y pibas se muestran con impunidad moviéndose en grupo durante el día y la noche disparando con hondas y lanzando piedras a casas vecinas. Se mueven grupalmente, con sus bicis y a pie. Sus acciones son visibles en barriadas humildes del conurbano. Algunos andan con motos de baja cilindrada haciendo piruetas en una rueda a alta velocidad y provocando potentes detonaciones en su sistema de escape, durante el día y la noche.

Cuando son interpelados suelen alejarse en silencio o pocas veces piden disculpas, argumentando que estaban “jugando y se les escapó el piedrazo”. Sin embargo, muchos vecinos que tienen cámaras en su medianera han acudido a la sub delegación policial del barrio con videos y fotos donde se ve a los jóvenes organizando la agresión.

En algunos casos resultaron heridas personas, además de los destrozos en ventanales y techos. La policía no se moviliza y su ronda con los móviles es tan invisible como la voluntad de intentar limitar la creciente violencia de los adolescentes.

El tema no es nuevo, viene desde hace cinco o siete años atrás y tiene se relaciona con sectores de clase media empobrecida y chicos que viven en hogares indigentes. Se observa también una señal de odio a quienes tienen sus casitas terminadas, su auto y un mejor nivel socio económico.

La adolescencia se caracteriza hoy por tres rasgos: la incertidumbre ante el

futuro, las paradojas y por estar fuertemente influida por las nuevas tecnologías de la comunicación (Feixa, 2008, 2018)

Tras la superficie de su comportamiento existen otros temas vinculantes y de mayor gravedad, muchas veces las agresiones reiteradas en algunos hogares es una puesta a prueba de la reacción en el vecindario. Si nada los detiene, en muchos casos esa propiedad luego es asaltada. Los robos han crecido, son más violentos y buscan llevarse “lo más vendible”, para poder comprar droga, incluso, en muchos casos en la cocina o las cocinas que hay en el mismo barrio y que en muchos casos la policía tiene información de su existencia, muchas de estas cocinas existen desde hace años y nunca fueron allanadas. En otros casos se pudo comprobar que muchos de estos adolescentes terminan siendo carne funcional de policías corruptos que se quedan con parte de lo robado. En otros casos en los vecindarios se sabe cómo funciona “la zona liberada” del control policial.

En centro de este escenario violento en crecimiento alarmante va abrochado de un largo proceso de desplazamiento social, la ignorancia sembrada, consecuencia de una ausencia del Estado y de planes concretos de inclusión. Esta situación es parte de una violencia social que crece con un odio proporcional al aplanado de la educación y la falta de inclusión o la expulsión provocada por una pobreza que aumenta y mutila horizonte, proyecto, deseos y empeños de crecer con felicidad y socializando.

Un poco más del 50 por ciento de los niños entre 0 y 14 años son pobres. La tasa de pobreza se ubicó en 36,5% en la Argentina al cierre del primer semestre de 2022, equivalente a 17,3 millones de personas, informa (29 de septiembre de 2022), el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC).  

Más de un millón de niñas, niños y adolescentes en Argentina dejó de comer alguna comida -desayuno, almuerzo, merienda o cena- por falta de dinero, una situación que también afecta a 3 millones de adultos, fuente de UNICEF. La insuficiencia en los ingresos también generó una reducción del 67% en el consumo de carne y del 40% en la ingesta de frutas, verduras y lácteos.  Según este relevamiento, uno de cada tres hogares no puede cubrir sus gastos corrientes y el 50% no puede solventar los gastos escolares, entre ellos la compra de libros y útiles.

Por otra parte, un 24% de las y los adolescentes indican haber presenciado una situación de bullying en sus escuelas y un 7% indica haberla sufrido personalmente.  

Cualquier político, periodista o sociólogo que se lo proponga puede comprobar este desplazamiento violento de diversas tribus juveniles violentas y en crecimiento. Basta recorrer las barriadas populares, hablar con los vecinos, observar, pasar por las escuelas para verlos y escuchar la experiencia de los docentes sobre causa y efecto.

Las escalas del odio, el engendro de una violencia de jóvenes de once, trece y quince años resulta palpable, y proporcional a un relato periodístico, en las redes con hegemonía manipuladora que monta sobre el concreto malestar social y la sensación de no poder alcanzar el podio desde donde el pobre pretende parecerse al consumidor de alto nivel que obviamente no podrá alcanzar.

Sin dudar es una cuestión cultural y viene de varias décadas atrás, pero es centralmente una cuestión política y de carácter económico, es sobre todo el resultado de una injusta distribución de la riqueza, y la fuga de un Estado que sigue arrinconado por el poder económico real, a quien le sirve esta pobreza donde fermenta la tensión social, el descontento y el odio a cualquier gestión de un gobierno democrático. Así funcionó siempre, con breves momentos donde la distribución de la riqueza y la presencia del Estado y la calidad de intervención política en el territorio pudo comenzar a cambiar la frustración, y las escalas del odio.

Imaginemos que todo esto sucede desde los tiempos del saqueo del gobierno de la derecha ultraliberal que además de endeudar al pueblo y fugarse la guita, perforó las pocas defensas de subsistencia de los hogares humildes, y es justo ahí donde fue creciendo el piberío que hoy lejos de sueños y horizontes convive con frustraciones y una violencia cada día más amenazante. Una amenaza que tiene una mayor dimensión que la violencia física, hablamos de la amenaza de la ignorancia, de esa oscuridad individual de la frustración de no tener salida.

La pobreza heredada es una pandemia, la pandemia del Covid agravó las relaciones, la crisis económica del presente donde lo único que derrama es la riqueza imparable de una minúscula y super poderosa mafia empresarial que se conoce como el Poder Real, el que ata y desata presidentes, compra y vende políticos, la que inventó un relato comunicacional donde lo colectivo, lo solidario, el progresismo democrático pareciera verse y ser el enemigo y el causante de tanta frustración, cuando en verdad es la gran preocupación del poder económico dominante, porque en ese ejercicio democrático que ellos perfora a diario con los golpes mediáticos, de mercado, con la remarcación, la inflación y una justicia mercenaria solo apta para las mafias, ese progresismo que busca la salida con todos adentro, es su principal preocupación, no vaya a ser que sus privilegios y su ambición de riqueza tenga algún límite.

Esta es la batalla, en este contexto asistimos a los odios, una nueva temporada donde se engendra un fascismo aplanado funcional a quienes lo fomentan para quedarse con todo y después comenzar el exterminio final sobre estos pobres, desplazados y frustrados que hoy tiran piedras y mañana serán borrados del mapa. Si existe en estas horas un espejo, puede verse en Brasil como la ultraderecha, el fascismo bolsonarista y los evangelios en mano de muchos otros pobres mezclados en su anhelo con una clase media salen a caminar como nunca antes por los barrios, tocar a las puertas de los hogares para hablar de Dios y el diablo del progresismo, la misma vieja inquisición que sale de caza de brujas. Es la versión del cristianismo del poder económico donde la salvación pasa por lo individual, la fe en la justicia divina de esa ignorancia con el disfraz de una bondad que odia la salida del sujeto colectivo, de la movilización por la justicia plena e igual para todos, de la educación para creer en las potencialidades de cada cual, la construcción de un sueño que hace a un destino.

Los pibes que apedrean porque no visualizan al responsable de su frustración, de su pobreza, retrotraen a tiempos violentos donde el hombre es el lobo del hombre y esa masacre amasada desde los tiempos de la inquisición es el reaseguro de un puñado de poderosos multimillonarios que aspiran a dirigir el país como un campo de concentración.

Si vemos que sucede en la ciudad más rica del país, CABA, uno de cada tres menores de 17 años son pobres en la Ciudad de Buenos Aires. En el distrito más rico del país viven 186.000 personas, el 6 por ciento de su población, a las que en el último trimestre de 2021 sus ingresos no les alcanzaban para comer y 665.000, el 21,6 por ciento de su población, que vivían en situación de pobreza.

En año entrante de temeraria complejidad social y política revelará los datos finales del último censo nacional a los que habrá que proyectar los desplazamientos sociales en los últimos siete meses.

olopez

Más de 35 años en la comunicación nacional y popular Una propuesta audiovisual en formato de radio y de tele (Mateve/YouTube) Construcción de ideas alternativas en el campo de la batalla cultural Ejercicio de comunicación plural de frente a la unidad en la diversidad Idea y conducción, Omar López. Suscribite a Mate amargo