En el barrio, cuando se nos raja la vida
Por Omar López
En el barrio manda el silencio, la tristeza se pelea con la bronca y los cuerpos se cruzan con su carga de ya no se puede más.
Los más viejos al borde de dejar de sobrevivir. Los más jóvenes cada día más afuera de la familia, afanándose lo que se pueda por unos mangos.
Hay superpoblación de pendejos al servicio de los narcos que ponen plata en el comedero del barrio, en la tribu del piberio utilizada para circular la merca.
Las caras son grises, como el alma y la desesperanza.
La rebeldía de los cumpas que nunca se rinden y nadan para llegar a la otra orilla de sus hermanos vencidos, con avance, retroceso, respirando como se come, como se puede.
Todo hecho mierda; la dignidad violada, la juventud y la vejez en el cementerio donde se entierra el futuro.
Se cruzan sin palabras y sin aliento, solo los parece igualar el hambre que no es una ilusión. Esta, ahí salvaje, rabiosa, asesina, cuando se compra una papa, un huevo, un pedazo de pan de ayer.
La vida esta tan oscura que el sol no puede abrir tanto espanto. Ya no se escuchan las motitos pedorreando por las noches, solo andan los cuerpos, caminan despacio, agachan la cabeza.
Una madre piel y hueso carga a su bebe y recoge cartones, desperdicios, revisa sin revolver las bolsas de basura cada vez más chicas.
Los perros abandonados mueren de hambre, las madres venden ropa y algo más para vender en la puerta de su casa. Nadie compra.
Se busca leña para cocinar; van y viene juntando tronquitos, la señora que renguea va con su pibe buscando que quemar.
Ya no pasan los del circo, tampoco el vendedor de huevos y verdura. Solo sigue presente el “compra hierro viejo, heladera, baterías…la casa que se destripa por un mago pa comer.
En las escuelas del barrio el milagro se abraza al sacrificio sin fin con las maestras que contienen cada vez menos en este naufragio.
Por la mitad de la noche profunda chillan las sirenas y explotan los balazos.
Se escuchan gritos, pasan las ambulancias, al volver la mañana pasan policías de a caballo, pisan la calle polvorosa rompiendo el silencio triste en este barrio de muertos vivos.
Cómo nos salvamos los pobres si no levantamos la mirada y reconocemos que nos han declarado la guerra. Cómo juntamos el hambre y la desesperación para superar esta parálisis.
Cómo volvemos a ese antes, cuando estábamos mal, pero vivos y con planes de una vida mejor, rodeados de lo bueno, lo malo, los burócratas viejos y jóvenes, los necios y los traidores. Pero machacando juntos o por montones por alcanzar calidad de vida. Hoy con hambre, enfermos, perdidos en la soledad de inútiles diferencias mientras un puñado de poderosos manejan la locura de un ser despreciable que odia y masacra al pueblo al tiempo que engorda hasta el empacho a los ya muy ricos y nos vende esta patria nuestra.
Es difícil preguntar cómo volvemos a ser felices, pero es necesario porque se nos raja la vida. Es difícil explicar el truco y el engaño de un gobierno traidor, cobarde, verdugo del pueblo que lo votó pensando que era lo nuevo, lo mejor. La derecha y su engaño no es nueva, es vieja, y dominante con su cultura, esa que vende la idea de que los pobres son iguales que los ricos, iguales, aunque en la puta vida nos alcance para comprar uno solo de sus pañuelitos de seda.
Tenemos que parecernos a nosotros, al pueblo que desea trabajar, que desea paz, pan, trabajo, justicia y libertad. Pueblo unido con sus diferente historia y cultura. Unidos sin vueltas los de abajo, porque nunca sucedió que los ricos, los poderosos, los que rematan la patria, los mismos que se enriquecieron asesinando a la juventud militante, robándose empresas, montando una industria periodística de mentira, poniendo en el lugar del malo a los que luchan por el pueblo, con acierto, con errores y con traidores, pero no dejan de luchar por una Patria para todos, no para pocos que son los mismos de siempre, cada vez más poderosos y mafiosos, más criminales y festejando la desocupación galopante, la inflación inventada para transferir a sus bolsillos más riqueza.
El león no es león, solo una marioneta demencial rodeada de viejos asaltantes, fusiladores del pueblo, los mata viejos, y los cómplices que aún sobreviven limpiando el culo de sus amos, como muchos jerarcas sindicales, que viven con incontables fortunas traicionando a su pueblo, que no se movilizan ni para disimular cuando apalean al pueblo.
Pero aún respiramos, podemos, seamos cristianos, volvamos a lo mejor de nosotros, que no nos avergüence el amor, ni la política, la nuestra, la solidaria, la acción audaz de pensarnos juntos, porque ese es el camino al porvenir, a lo mejor de nuestra condición humana, a la verdadera libertad donde el trabajo abunde, la riqueza se reparta, el pueblo mande, y la juventud y la memoria juntas levanten el derecho a ser felices, dignos y revolucionarios, porque esa palabra, es verdadera, es nada más ni nada menos que transformarnos, auténticamente en un pueblo liberado.