No se trata de los juegos del hambre, es genocidio.
Por Omar López
No son los juegos del hambre de Milei. Es genocidio social que arrasa varias generaciones. La pobreza en carne y hueso que cambia la estructura de vida de millones de ciudadanos.
Se aniquilan los mandatos constitucionales que sostienen nuestro estado de derecho, base de la condición humana.
La mentira y la ignorancia como biblia constitutiva de un salvaje viaje a la destrucción de los derechos democráticos, los saberes, del pensamiento crítico, de la mutilación de los valores éticos y la aplicación fascista de una amoralidad de la política al servicio de los ricos y el poder económico que impulsa el matadero del mono gobernante.
La ultraderecha dominante es un manojo de terroristas económicos con dominio del poder absoluto, son el matadero de un Estado para la civilización, desangran todas las líneas de tiempo de la memoria y una identidad estancada en los campos oxidados de la batalla cultural, donde parecen secarse las ideas con una oposición cercada en su laberinto de crisis.
Merece la crítica advertir en este presente traumático, que la única fortaleza del arco opositor del movimiento popular, radica en el contexto de la batalla desplegada por el movimiento estudiantil.
Cuánto pesa la debilidad de complejo movimiento social que asoma militancia, cuadros y ejercicio en debate; participación democrática y la tenacidad de marcar otro rumbo de navegación en el tejido social y la unidad en la diversidad movilizada, atravesada por viejas lógicas de la producción política y nuevos ejercicios en sostener la escucha y la discusión en los territorios donde el pragmatismo político hace tiempo que no habita.
En el contexto de semejante crisis del espacio nacional y popular no es difícil advertir la discusión de liderazgos y conducción. Una cuestión es entrar en la comprensión de lo complejo en las estructuras friccionadas entre viejas lógicas frente a un escenario inflamado por nuevas categorías políticas insertadas en la disputa por dicha conducción. No es invisible la presencia de viejas burocracias solo interesadas en controlar viejos mandatos alejados de un funcionamiento democrático colectivo. En esa cuestión hay poderosos intereses económicos dentro de la vieja casta de los meseros de la política territorial, las seniles corrupciones de un sindicalismo enriquecido tras décadas de traiciones y asociaciones con el poder económico. Hoy se retoma la necesidad de preguntarse frente a la historia tan escondida si el movimiento sindical-territorial podrá actualizar la búsqueda un movimiento unitario sindical alternativo.
En tanto desconcierto la disputa por la conducción política del PJ, Cristina Kirchner y el gobernador riojano Quintela negocian ir a una interna calculando una unidad de difícil frente a poderosos intereses de gobernadores e intendentes comprometidos con sus negocios antes que confrontar con el poder económico de la ultraderecha.
Los liderazgos y la conducción dividen el campo de opinión; sin duda que la ex vicepresidenta conserva votos que otros no tienen y guste o no, más allá de aciertos y desaciertos Cristina sigue liderando un pensamiento estratégico sobre la interpretación de época.
Sin embargo, pesa la discusión sobre la elección de los intérpretes políticos de CFK. Ahí interviene la cuestión de la compleja ingeniería sobre la conducción. Son cuestiones distintas, centrales y atravesadas por un presente de desafío político entre la vieja lógica de la producción política y los inmovibles intereses que se resisten a un cambio de actualización de las ideas, los métodos y sobre todo a renovar con pericia y atrevimiento un proceso de renovación democrática y participativa empoderando a la militancia juvenil y apelando a ejercer la pericia de compartir con los veteranos y sus saberes y evolución de la comprensión de los cambios de categoría y su inserción en la vida y modos de socializar ideas en el pueblo.
No es sencillo parir lo nuevo cuando se convive con la resistencia de lo viejo, y el enmascaramiento ideológico de quienes apelan a sostener una doctrina –que sin duda merece actualizarse- y quienes solo usan el peronismo para sus solitarios esquemas de poder y gestión “empresarial”.
La devastación moral, la mutilación de lo ético, el abandono de resignificar la memoria como las identidades del ancho y rico espacio nacional y popular son asignaturas pendientes de urgente atención. La batalla cultural es eterna y reclama un proceso – complejo, por cierto – de autocrítica sincera, profunda, capaz de confrontar con los pragmatismos vigentes.
Una observación en este tramo del análisis sugiere detener la mirada en el principal escenario político en la provincia de Buenos Aires, con el liderazgo y la conducción de Axell Kicillof. Es el notable contrafilo político frene al gobierno de esta ultraderecha facha del demencial Milei. El gobierno bonaerense es una muestra del contraproyecto a la invasión del poder económico sobre la vida de los argentinos.
El crecimiento político del gobernador y de sus heterogéneos equipos de gestión, la capacidad de resignificarse dinámicamente con soluciones políticas audaces, es un faro en la profundidad de la noche de esta etapa criminal que aniquila al pueblo.
Semejante experiencia y evolución del desarrollo político, liderando, conduciendo y aún abierto a perfeccionar el ejercicio democrático participativo de su sustento debe ser cuidado con esmero, porque sin duda en esta experiencia cohabitan potentes capacidades, cualidades y definición ideológica. Se reconstruye la identidad de un Estado que manda obedeciendo, y sería una traición a la tradición democrática-combativa desplazar al cuadro político de Kicillof.
Hay audaces y falsos diagnósticos de predicadores de Perón y su doctrina que alegran a la derecha que conduce los planes del poder económico real que gobierna, cada vez que escupen a progresistas, a Kicillof, a los jovenes maduros, entre tantos, Grabois y Santoro, autocríticos, innovadores, articulando identidad y unidad política en la resistencia al régimen gobernante. En medio de esta encrucijada de cómo crear poder popular, conocimiento para una unidad poderosa conducida e influenciada por las experiencias y liderazgos que amamantan las asambleas, el ejercicio del debate abierto, autocrítico, sin dogmas ni pragmatismos. Explota la batalla política, cultural si las hay, de los estudiantes, los profesores, los gremios que no dejan de ir a la batalla, toman las facultades, van a clase en las veredas, de cara al pueblo, estudian, ocupan un espacio en batalla que deja ausente parte de una conducción opositora.
En estos días donde se advierte la demolición del gobierno que pide a gritos la camisa de fuerza, y es justamente el brote del ardor popular de los jóvenes que luchan contra el cierre de la universidad pública, de los jubilados y las organizaciones sociales que luchan contra el hambre y el fascismo de este modelo para ricos y poderosos.
Hay que tomar nota de cómo se está pariendo un nuevo proceso político y cuidar con amor y libertad el formidable despertar de quienes no dejan que les afanen el futuro.
La conciencia de compartir la lucha, las ideas para afirmarse en el derecho a la libertad y responder con ejercicio crítico de política a semejante banda de chorros e inquisidores.
La psiquiatra Silvia Bleichmar, analizando en Mate amargo el estallido en el 2001, sostenía que se había descongelado la sociedad, se corporizaba la reacción y rebeldía, la lucha y la solidaridad, se descongelaba el sentimiento compartido. Bleichmar sostuvo entonces que cuando algo se descongela hay que cocinarlo, porque si no se pudre.
Sigue vigente esa lectura.