No hay ejército más poderoso que la memoria despierta
Por Omar López
Cada 24 de marzo, cuando los cuerpos sueltan la memoria que anda por las calles de Argentina es una procesión sin igual en el mundo. Recontamos la historia entre sobrevivientes y las nuevas generaciones; que los sueños de justicia y libertad son como la sangre que acude a la herida. Y aparece nuestro futuro sobre todos los calendarios del pasado que honramos.
Alta en el cielo nuestra bandera de Memoria, Verdad y Justica. Abajo y junto a la pantorrilla de la militancia, hijos, nietos, sobrinos, vecinas. Redoblan el paso otros pies que marchan con sus ojos iluminados, son ellas, esos pibes, aquellos obreros, trabajadores médicos, abogados, estudiantes secundarios, universitarios, artistas, intelectuales, pintor de brocha gorda…treinta mil que brotan cada 24 hilvanando memoria entre relatos de generaciones que despabilan.
No habrá otro 24 igual en el planeta que repite su pasamano de la memoria en la Plaza de Mayo, en todo el país que juzgó a los genocidas, que pone en escena a los HIJOS pariendo a sus Madres y a las Abuelas enseñando al mundo las apariciones de sus nietos recuperados. No hay ejército más poderoso que la memoria despierta, llevada de boca en boca, vestida en un nuevo ejercicio político sin portación de carnet, tan bello, atrevido y democrático. Porque el olvido se desmaleza cada día y en cada 24 de marzo con nuevas juventudes que alzan esos rostros en pancartas que atraviesan la ciudad como despertadores.
Y tanto amor de Madres, Abuelas y los Hijos anudados en el vértigo de la historia que viaja e intenta descubrir todos los cambios en el tiempo de cada estación. Nada esta fijo, hasta los abrazos cambian de calor, de tono y de ternura y no son un emoji, es un latido en carne viva.
Lo que no cambia es la receta de las Abuelas y de las Madres amasada con su infinito coraje, que se comparte con tanto amor y huele siempre a colonia fresca. Nada es igual en el calendario de la Memoria, y la Verdad es que siempre aparecen nuevos y juveniles músculos portadores de todos los relatos, esos donde la muerte y los genocidas quedan desnudos con su sangre y horror para que nadie dude Nunca Más.
Todos nuestros muertos renacen y discuten la historia cuando Madres, Abuelas, Hijos, nietos, todos nosotros contamos de esa generación valiente que por primera vez en la historia de la humanidad se atrevió a decirle a los mayores, a los comisarios del pensamiento y el orden; “ustedes se equivocan, el mundo no es así” y se jugaron por cambiarlo.
Ese y este mundo cristiano de sueños y libertad, del barrio de techos dignos y el piberío creciendo feliz sin narco al acecho. Ese mundo de ellos, del otro, de una mayoría de amores compartidos, de justicia sin venda y de igualdad de derechos, de riqueza compartida, ah, sí, este mundo donde la mentira tenga sentencia y la justicia Nunca Más sea habitada por los mercenarios del gran poder económico que nos desaparece cada día.
Cada 24 de marzo cuando le memoria con sus identidades galopa en la historia nacional nos abrazan y empoderan como ese pueblo capaz de ir en busca de los sueños colectivos, donde habitan todas nuestras pertenencias, deseos urgentes, los interrogantes en cada amanecer, sí, cada 24 de los abrazos y de reconocernos pares en esta aventura de vivir nos llama a construir otra historia.
Y no hay futuro sin un presente que se atreva a rehacer todos los pasados, saber de dónde venimos, cuál es nuestro origen, la pertenencia que nos cabe con esa identidad que muta a cada día.
La historia es mucho más que un texto y contexto, es el arte de identificación de la humanidad de los pueblos, el reconocimiento de su tiempo y el quehacer de su destino.
En estos tiempos de tanta impunidad de minorías poderosas y con la inquisición fascista de sus mercados la batalla central está en el nosotros, en navegar nuestras memorias, reconstruir los conversatorios, poder escuchar las voces antes de dar nuestra opinión, y que la idea se amase en esa trama del descubrirnos, entender la complejidad de tanta vida arrinconada en los campos de concentración alambrados por la cultura dominante, brotados de individualismo, de rencores, de violencia, ignorancia, y en muchos casos de desprecio a quién se compromete en enfrentar a esa vieja inquisición cultural y política impuesta por el poder económico que creció como un monstruo desde el terrorismo de estado con el golpe de 1976.
La tarea no es fácil en un mundo sometido por las derechas y al borde de un abismo nuclear.
Se trata de las ideas, del abordaje a la memoria y la identidad en las nuevas vertientes culturales. Se pueden pensar cambios generacionales en los referentes de una organización política, social, económica o cultural, pero que de poco servirán sin atreverse a reconstruir pensamiento, ideas, métodos, formas de participación, dónde la línea de acción brote en el ejercicio que intercambia el conocimiento y la realidad colectiva. Liderar colectivamente sin la imposición del verticalismo.