Cuánto tiempo queda para que la oposición política intervenga
Por Omar López
Reproducción texto de Contraprueba (23/5/24)
Qué destino hay para una sociedad desplazada a una pobreza extrema.
Cómo será el proceso de su resistencia ante la aniquilación social.
Cuánto tiempo queda para que la oposición política intervenga en los torrentes diversos de la inédita tragedia nacional.
El acampe misionero de policías, docentes, municipales, gendarmes, yerbateros, estudiantes y médicos es la cabeza de una mecha encendida de grave e incierto desenlace.
La Patria partida entre los desterrados por un criminal ajuste impulsado por un poderoso grupo del poder económico y financiero, que deja que un desequilibrado mental baile y cante sobre los cadáveres sociales.
Mientras unos pocos apuran el cierre de sus mega negocios, y la ocupación del Estado para repartirse la explotación de los recursos naturales estratégicos, un centenar de políticos sicarios escoltan al criminal de la motosierra y reman sin pausa la mutilación de la política.
De eso se trata; vaciar los sentidos de la razón política, manipular una subjetividad montada en el galope bizarro de todos los odios al pueblo.
Una maquinaria comunicacional los sostiene secuestrando la realidad, banalizando las causas verdaderas de tanto sufrimiento del pueblo.
Desde cuándo es coherente aceptar la autodestrucción individual, colectiva porque al final, sobre el cementerio social y sobre las mentes agonizantes volverá a brotar el bienestar. Cómo se llegó a semejante siembra de ignorancia, a tamaña extirpación ideológica.
La culpa no la tiene este personaje profundamente enfermo y en una carrera criminal que extrañamente no tiene quien lo detenga. Ni vergonzante y entreguista Corte Suprema que asiste a la vejación constitucional, ni las dirigencias políticas del arco opositor, peligrosamente detenido en un vacío cómplice.
El amor ciego de una importante porción de juventudes seguidoras de un demente nos pone frente a un espejo de sangre. La constante pérdida de actualización política de sostener viejas prácticas de la producción política, con sus predicadores verticalistas lejos de las heridas y el rutinario sacrificio del pueblo. No hay batalla cultural sin despertar los saberes de qué es lo nuevo que acontece y cómo se llegó a este momento de amar la mentira como verdad, desconocer la historia y ser felices en un país imaginario donde el odio es rey y el poderoso digita la marcha de los rebaños.
La crisis viaja rumbo a un estallido a corto plazo y la pregunta es quiénes se atreverán a unir sobre un acuerdo de emergencia política a todas las voluntades opositoras. Unir el rechazo a un golpe de estado evidente de empresarios y políticos entregadores.
Qué falta para asociarse con la realidad, madurar la idea de una unidad que no deje en soledad las enormes resistencias que se extienden en el país y con novedades impensadas, como el campamento de Misiones, de policías, gendarmes, docentes, estudiantes…
Qué falta para volver al barrio y convivir escuchando para encontrar la vuelta a la organización y a la movilización.
Qué falta para cambiar la idea de quién conduce, cómo conduce, dónde conduce. No llegó el momento de armar una carpa blanca nacional del estado mayor de una unidad impulsada de abajo hacia arriba, conducida por la prueba de la realidad y la urgencia frente al tiempo que se agota.
No es cuestión de pantanos doctrinarios, menos de quién es más peronista, más de izquierda, más confiable. Hay un solo viaje con destino cierto; ir al pueblo, en su barrio herido, en su fábrica cerrada, en su dispensario vacío, en su almacén desolada, en sus piberíos agresivos, en sus hogares destruido por tanta hambre, y esa violencia de los desesperados perdidos de contención. No será que es cuestión de volver, de estar y en el que resolver de las necesidades compartir cuánto hay por hacer y entender para ordenarnos, organizarnos y movilizar una nueva unidad sin iluminados y gerentitos sin historia. Alguien dice que cuando se caiga el loco, a quién acudirá el pueblo, a un peronismo extraviado, a otra derecha más negociadora. El capital seguirá atrapado con todas las riquezas por el poder real, el que sigue gobernando desde hace mucho tiempo. El otro poder el más grande de todos, sigue perdido sin adivinar dónde quedó la historia, los saberes, las verdades, la memoria y la justicia. Sobran resistencias, falta democratizar el ejercicio de una unidad humanitaria, solidaria, amorosa, en medio de tanto odio y necedad. Solo se puede parir ese contra tiempo al facismo estando donde todo parece perdido aunque es el único territorio donde todo está por ganar, la verdadera libertad, con la riqueza compartida y la verdad liberada.