Son la peste
Por Omar López
La derecha apesta como la muerte que riega la pandemia del covid-19. Pocos, poderosos, impunes, genocidas, profetas del odio y defensores de su único dios que es el mercado. Mienten, engañan y asesinan la verdad.
Se adueñan de la riqueza de la humanidad, controlan gobiernos, ministerios, la industria petrolera, farmacéutica, la ciencia, las armas bacteriológicas, los ejércitos, las industrias culturales, los medios hegemónicos que alimentan su pensamiento único, dominante, compran intelectuales para justificar su negación a toda visión que se les oponga y controlan las redes. La acumulación de su riqueza y la muerte para sostener su poder es su razón existencial.Desprecian la tragedia humana que retrasa su explotación y rentabilidad.
No les importa las 200 mil vidas perdidas hasta hoy, sacan de su vieja rutina la denuncia “del estatismo, el intervencionismo y el populismo”.
El verdadero poder económico global se mantiene oculto, y pone en su “teatro de operaciones” a desgajados servidores un amasijo de su servidumbre. Y en la melaza de su “fundación para la libertad” destacan servidores de la derecha ultraliberal como el ex presidente español, José María Aznar, de Colombia Alvaro Uribe, de México Ernesto Zedillo, los de Uruguay Luis Lacalle y José María Sanguinetti, entre otros.
Su cínico relato que muestra preocupación porque “algunos gobiernos han identificado una oportunidad para arrogarse un poder desmedido.»
La receta es mezclar todo, confundir para dejar a vista simple su cuatrera intención. Justo ellos, autores de la mayor mutilación a las libertades públicas, al sistema de derecho privatizando cortes y ejerciendo la mentira y persecución con su terrorismo mediático. El poder real prepara sus autodefensas, se avecina un nuevo escenario en la batalla por la recuperación de la condición humana, el rescate del Estado al servicio de los pueblos, la distribución de la riqueza. En esta nueva disputa no sirven los viejos manuales. La reinterpretación de esta contingencia requerirá actualizar el pensamiento y reformular el quehacer político y cultural ante semejante enemigo.
