Tren en marcha a un nuevo y justo porvenir
Por Omar López
Apertura del programa Mate amargo, periodísmo y literatura, cada domingo a las 23:00 AM 530 Somos radio.
La luna salpica la oscuridad desparramada en el viejo andén de Moreno. Un bichito de luz cruza las penumbras del vagón que ronca en su eterna soledad. Otro haz de luz descubre la silueta del pasajero en el último asiento.
Parece dormir sobre los silencios, tal vez sueña que el paquidermo estira sus patas sobre los rieles oxidados y empieza a bufar impulsando su movimiento cuando aparece el sol. Se pinta la estación de voces fabriqueras, albañiles, estibadores con la brújula al puerto, el piberío de guardapolvo blanco, un viejo guarda con gorra de general sin ejército.
La noche y el día se hamacan en la espera respirando la soledad que cuelga de los estribos de la memoria. El último pasajero inmóvil, con su cabeza apuntando al suelo, como dispuesta a fugarse del cuerpo.
Los pocos ferroviarios sobrevivientes cuentan que ese fue el último tren que llegó entrada la noche a Moreno sin pasajeros. El conductor frenó suavemente, apagó las luces, dejó las puertas abiertas y se fue caminando con rumbo desconocido. Ahí quedó la historia en silencio, cruzada por el viento, lejos de toda humanidad andante, solo un pasajero llegó de madrugada, un hombre con la esperanza a media asta subió despacio, caminó hasta el último asiento, miró los asientos gastados, se sentó en silencio, prendió un cigarro y un suspiro trepo el silencio.
El pasajero soñó con un viaje por la patria arada de pobres, con los viajeros a contra reloj rumbo al trabajo, con el sueño del porvenir. El pasajero parece un fantasma que de tanto en tanto ilumina una luciérnaga, y se puede ver su rostro despierto, atento a los pasos que crecen, a la espera de que una noche el pueblo ponga ese tren en marcha a un nuevo y justo porvenir.
