Argentina

Menem y todos sus muertos

Por Omar López

Carlos Saúl Menem tuvo una larga e intensa vida, que para la mayoría del pueblo argentino fue políticamente maldita. Vivió tanto como sus amigos dictadores y genocidas; el paraguayo Alfredo Stroessner, el chileno Augusto Pinochet, el mayor terrorista del imperio yanqui  George W. Bush, cuyo abuelo, Prescott Bush (1895-1972), financió la industria armamentista de Hitler, y entre muchos más el avanzado ejecutor del terrorismo de Estado al servicio de afirmar el comando del privilegio de los grandes capitales, almirante Isaac Rojas, que derrocara a Perón.

El indulto de Menem a los genocidas se corresponde con su ideología, amistades, intereses y el más profundo desprecio a la democracia popular.

La ficción democrática de la que Menem fue parte ejecutiva, instalada por el poder económico y cultural dominante, sigue vigente. En nuestro país donde la memoria y la historia crítica permanecen en secuestro, millones de ciudadanos no tienen referencia histórica, pese que padecen sus consecuencias.

Menem protagonizó el poder en su ficción populista y la ejecución del saqueo del capitalismo concentrado y entramado con las multinacionales y potencias que llegaban para quedarse con los bienes estratégicos de la Nación. Con el apoyo de una parte de la poderosa superestructura del partido justicialista y sus gobernanzas provinciales, se ejecutó la demolición del Estado de Bienestar, de la independencia judicial, del proceso democratizador de los gremios, la desmovilización cultural, la tala de la militancia con la llegada del movimiento sindical Menem Presidente liderado por el falso gastronómico Luis Barrionuevo; burocracia mafiosa y narcótica que aún hoy tiene las riendas de la estructura sindical asociada al poder económico.

El lector de Maquiavelo supo enmascararse de virtuoso ejecutor del poder político. Con la herencia del terrorismo de Estado, el desarmadero moral y ante ausencia determinante de 30 mil desaparecidos y su experiencia en la contienda de las ideas, y  la ruptura militante no reparada desde el retorno al “Estado de Derecho”; el plan maestro era reinstalar las nuevas necesidades de usurpación, ante nuevas categorías rectoras del asalto neoliberal. La mentira por la verdad, la impunidad por la justicia, el individualismo y el consumismo antes que la solidaridad colectiva.

El papel protagónico y la escenografía parecían populares. Los medios hegemónicos y toda la gran industria cultural lo hicieron posible. Sembrar noticias falsas, secuestro de información de la oposición, operaciones combinadas con aparatos de inteligencia internos y externos. Así llegó a su segundo mandato con dos millones de desocupados y las pymes e industrias destruidas.

La Nación le pertenecía a una minoría de privilegiados y al gran poder trasnacional. Un grupo selectivo de la sociedad gozaba de la convertibilidad que creaba la cultura del consumo y exiliaba a las mayorías populares. El contraste entre los brotes de barrios privados y la superpoblación en las villas miserias era brutal. La destrucción del consumo hizo desaparecer almacenes barriales en tanto crecían monumentales shopping, (centros de compras), con hipermercados anexados.

Como Macri, endeudó y fugó. Pizza y Champagne mediante rifó las flotas marítimas, aéreas, sus líneas de navegación ganadas con calidad y esfuerzo de servicio durante décadas. Privatización de la empresa nacional de telecomunicaciones del país, ENTel. Entregó a la piratería privada el suministro y transporte eléctrico, el servicio de gas y agua. También, y a precio de remate los canales públicos, Magnetto, Clarín, primeros beneficiados y la sombra de Menem.

Del CEO clarinesco hay que remarcar que creció de la mano del terrorísmo de Estado, se apropió de Papel Prensa (que regulaba la distribución del insumo para la impresión de diarios) en la sala de torturas, y levantó una industria hegemónica de la comunicación del poder económico.  

El Ministro de la dictadura, Martínez de Hoz aplaudía el Plan Económico que comenzó liderado por la cerealera exportadora Bunge y Born, para no dejar dudas de quién mandaba.

Igual que durante la dictadura, Menem impuso la producción de caramelos por acero, una industria destinada a los servicios en lugar de la producción.

El industricidio de los noventa pudo comenzar a superarse durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner y luego vuelto a demoler por el neoliberalismo macrista.

Menem ejecutó el vaciamiento ideológico, identitario y cultural del peronismo, con apoyo de viejos caciques del PJ que hacía tiempo habían claudicado a combatir al gran capital. El poder económico pisó a la democracia política. Así fue posible que Menem lograra unir el paradigma ultra liberal sumando a su cruzada al  viejo líder de la derecha ultraliberal y antiperonista como Alvaro Alsogaray.

Su hija, María Julia Alsogaray, peronizada,  fue quién descuartizó la empresa nacional de teléfonos y dio el ingreso a la Telefónica española. Lo siguió Jorge Triacca, padre, mediocre dirigente del gremio del plástico y el privatizador de Somisa. Entre 1989 y 1992, durante el gobierno de Carlos Menem, fue el responsable, entre otros funcionarios, de la concreción del proceso de privatizaciones que dejó más de 500 mil trabajadores en la calle.  

Siguieron las privatizaciones del servicio de agua, gas y electricidad, de los ferrocarriles, “ramal que para, ramal que cierra”, y de las jubilaciones con la aparición al estilo chileno de la AFJP.

El Salariazo y La Revolución Productiva quedó como la evidencia de la primera gran traición electoral desde la formal recuperación democrática.

Su eje de gobierno fue distribuir la riqueza a manos del nuevo elenco del poder económico interno y externo. Convertibilidad, desregulación comercial y reforma del Estado, los ejes de la economía de Menem – Cavallo.

Menem llegó a la presidencia en nombre del peronismo y gobernó de la mano de las corporaciones y trasnacionales contra el pueblo peronista y la sociedad trabajadora en su conjunto.

Las relaciones carnales con los Estados Unidos alinearon las disputas entre las grandes corporaciones, el costo nos involucró en las invasiones y guerras del Imperio y nos alcanzó con los atentados a la embajada de Israel y Amia.

La lista sigue y es traumática; el contrabando de armas a Ecuador y Croacia, la voladura de la fábrica militar de Río Tercero, Córdoba, que dejó siete muertos, centenares de heridos y la ciudad destruida.  

La guerra, la corrupción, las disputas de los carteles del narcotráfico, el saqueo imparable y la fragmentación de un frente de resistencia política que tuvo valiosos y heroicos momentos. En el Parlamento, con Cristina Fernández, la creación del Grupo de los Ocho en la Cámara de Diputados, con el querido, inolvidable Germán Abdala, legislador y secretario general adjunto de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), Darío Alessandro, Carlos “Chacho” Alvarez, Luis Brunati, Juan Pablo Cafiero, Franco Caviglia, Moisés Fontela y José “Conde” Ramos.

Entonces, los estatales junto con la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina, (Ctera), encabezada por María Vicenta Sánchez, se retiran de la CGT corporativa, denunciando la flexibilización laboral, el recorte a los derechos constitucionales, incluido el derecho a la huelga general, el programa económico de entrega del país, la pobreza generalizada y el ataque a sus militantes gremiales. Crean la Central de Trabajadores Argentinos.

Menem siguió mintiendo, bailando, reduciendo la política a un espectáculo circense. Su herencia aún vive en la ingeniería política del oportunismo que ejecutan muchos encubiertos dentro del propio frente peronista. La construcción del liderazgo de Mauricio Macri, tiene puntos de referencia para un profundo análisis sobre el aprendizaje de los grupos que comandan el poder económico concentrado, su narrativa, construcción de identidades y propuestas para captar a la sociedad y penetrar las filas de las referencias del centroperonismo.

Menem  solo fue condenado por el pago de sobresueldos a funcionarios de su gobierno, y por la venta del predio de Palermo a la Sociedad Rural.

No sorprende que la derecha saqueadora le rinda honores.

Es alarmante que desde las principales referencias del gobierno de una alianza nacional y popular que debe sustentarse con las raíces militantes del pueblo trabajador, de la sociedad arrasada por el terrorismo neoliberal, se reconozca su misión antinacional y su destrucción social, política y cultural.

El menemismo fue una pandemia y su virus permanece. No se lo derrota silenciando la historia. Menem citó una   vez que “a los tibios los vomita Dios”, (Apocalipsis 3:16), habrá que interrogarse sobre esta crucial etapa política de nuestra Patria y del mundo, a la hora de construir certezas y consensos, al momento de saber de qué lado de la historia se edifica el derecho humano de la autodeterminación por la justicia social, la independencia económica y la soberanía política.

olopez

Más de 35 años en la comunicación nacional y popular Una propuesta audiovisual en formato de radio y de tele (Mateve/YouTube) Construcción de ideas alternativas en el campo de la batalla cultural Ejercicio de comunicación plural de frente a la unidad en la diversidad Idea y conducción, Omar López. Suscribite a Mate amargo