La vida en el camino
Por Omar López (Cazador II)
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El camino era un sube y baja sobre el horizonte inalcanzable en plena Patagonia.
Sube y Baja sobre la nada y el todo, con nuestras pocas palabras abiertas con temor. Tu ánimo era un sube y baja, y mi amor impotente, desbocado hacia el horizonte inalcanzable, cruzado por el cielo ocre mecido por el viento del sur, ahogado por chubascos violentos, como nuestro destino sentenciado.
La gata dormida en tu regazo, la vida extendida sobre tanto desasociego y tu insoportable culpa por esta historia prohibida.
El rumbo fijo, el mate tibio, los miedos arañando el paisaje bucólico de aquella inmensidad oceánica sobre los restos de los dinosaurios, entre la arcilla y la costa que corre a nuestra sombra.
Cruzando el tiempo seco del desierto, tus manos pequeñas, atormentadas, presintiendo al perseguidor. Mi alma envejeciendo y tu juventud desesperada.
Tanto amor desbaratado, y la rebeldía huérfana en la banquina, de aquel viaje a ningún destino.
Paradores colgados de telarañas, café agrio, baño empapelado de moscas y viejos diarios golpistas que aún chorrean sangre. Las manos se cruzan trémulas con el escaso chorro de agua amarilla. De atrás del mostrador se escucha afónica una vieja radio que empuja un tango olvidado.
La ruta ocre, el mate y los cigarros consumiendo la espera antes del suicidio, de tanto amor surrealista del viaje al fondo de nuestra historia sin destino.