El enemigo del pueblo sigue adentro
Por Omar López
El 30 de marzo de 1982 se unieron las fuerzas sindicales, sociales y políticas en una marcha a la Plaza de Mayo, bajo la consigna Pan, paz y trabajo. La movilización se extendió en simultaneo en casi todo el país, y la figura nacional que encabezó la protesta fue el secretario general de la CGT, referente del gremio cervecero, Saúl Eldober Ubaldini. La dictadura y todos los resortes del terrorismo de estado, cívico, empresarial, mediático, cultural, religioso, ejecutado por las juntas militares evidenciaba su mayor desgaste.
Horas antes comenzaron a congregarse los sindicatos, agrupaciones políticas sociales y las madres de Plaza de Mayo. Los servicios represivos estaban de civil y comenzaban su tarea de infiltración. Había tensión que ya anunciaba la represión. Uno de los primeros ataques contra las y los manifestantes se produjeron en la Avenida 9 de Julio y Avenida de Mayo. La policía montada lanzaba sus caballos contra las madres que enfrentaron con heroísmo a la jauría genocida.
La reacción popular rechazó la represión y la muchedumbre sigue uniendo los cuerpos, avanzando hacia Plaza de Mayo, el miedo pulseaba con la valentía colectiva.
Este cronista pudo quitarse de encima a un civil armado que intentaba disparar “al bulto” a pocos metros que un milico lanzaba su caballo sobre el cuerpito de una madre de la plaza.
Algunos corrían a resguardarse en los edificios cercanos, otros se trenzaban cuerpo a cuerpo con uniformados y los infiltrados de los grupos de tareas. Los gases se transformaron en niebla y la jornada dejó centenares de heridos, más de mil detenidos y el asesinato del compañero Benedicto Ortíz, en Mendoza.
Los dirigentes de la CGT Brasil fueron encarcelados. Se estimó que ese día se movilizaron a la plaza cerca de 50 mil trabajadores. Tres días más tarde, el general Fortunato Leopoldo Galtieri, concretaba el desembarco en nuestras Islas Malvinas.
Los jóvenes de entonces fueron a una guerra que estaba perdida desde el comienzo, en tanto los genocidas fueron reconocidos por su ineptitud y cobardía. El terrorismo de estado comenzó su retirada y negoció el llamado a elecciones en 1983. El formal retorno del estado de derecho maltrecho y con una democracia vigilada por el poder económico que expandió sus mecanismos de control y mayor poder de penetración sobre la sociedad.
Los imperios; Gran Bretaña y Estados Unidos que operaron durante el genocidio golpista y prestaron servicio logístico ejercito inglés, lejos de retirarse afirmaron sus complejos mecanismos de control trasnacional, político y de sus servicios de inteligencia.
La democracia encarnada en el gobierno de Raúl Ricardo Alfonsín sufrió otros golpes del poder económico y de los guardianes del capital local y trasnacional. La capacidad de unidad en la diversidad estuvo lejos de leer el nuevo escenario nacional y mundial. La gran gesta del Juicio a las Juntas, y hacer visibles los crímenes de lesa humanidad, fortalecieron el trabajo heroico y referencial de nuestras Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y de una parte de la militancia antiburocrática, política y del gremio de prensa de Buenos Aires con sumó más de cien periodistas asesinados, desaparecidos y que pago con su vida la resistencia al terrorismo, cuyo mayor propósito fue saquear la patria y adueñarse de los bienes estratégicos de la Nación y tomar el control del sistema naciente del neoliberalismo. Treinta mil compañeras/compañeros detenidos, torturados y desaparecidos abrieron una brecha difícil de superar. Ese mismo sindicalismo que al final de la dictadura la enfrentó en las calles, cuerpo a cuerpo, más tarde confrontaría con Alfonsín, lanzando 13 paros generales.
El centro neurálgico de la disputa económica e ideológica no pudo separarse de las operaciones de inteligencia del poder económico, que aún persiste.