Les falló la condena
Por Omar López
Los ojos de ceniza del anciano mafioso recorrieron la tapa del diario recién salido de las rotativas. La costumbre de siempre, tocar el papel entintado, oliendo a kerosen y celulosa.
La misma celulosa que reinventó su poder aquella noche de torturas de la viuda del único y más grande empresario papelero del país, muerto misteriosamente en vuelo a Panamá. El viejo volvió a leer el título principal que él mismo ordenó al editor en jefe.
«Ya está presa», «con tobillera», leyó con su garganta mecánica, producto del añejo cáncer que no logra vencer al magnate más poderoso del país.
Ensuciarse las manos con la tinta fresca es un vicio. En otra época se las ensució de sangre.
El viejo subió la imaginación al cielo raso de su enorme despacho, ese mismo donde recibe y ordena a empresarios, gobernadores, presidentes. El dueño ahora imagina todas las muertes que se avecinan contra la vieja oponente.
Afuera truenan las calles, el olor a los cuerpos se expande y flota en la ciudad. Suena un bombo y vibra el celular y el viejo escucha la voz de la jefa de los pistoleros del gobierno. La está desesperada porque no puede detenerlos a todos. Se la escucha gritar, «estos negros de mierda llegan por todos lados».
El viejo corta! Las gargantas son un latigazo, Perón, Eva, y ahora la muerta que vive y la pueblada la trae en andas por la historia.
El viejo respira agitado y piensa todas las muertes, las ordenadas, las por venir y la suya propia cuando el pueblo lo termine venciendo y eso ya sea noticia vieja.