Agencia CHE

El juego a ser emperador

Por Antonio (Tony) Nicolau *

Mar del Plata, 2 de marzo 2025

Milei dió su discurso inaugural de las sesiones ordinarias del ciclo 2025 del Congreso de la Nación. Esta vez, dentro del Congreso. En su discurso evitó hablar de un Programa Nacional de Gestión, como suelen hacerse los discursos presidenciales. Siguiendo su tinte personal, Milei se autoproclamó ‘emperador’ de una nación. Su discurso se asimila a los panegiricos de la Roma Antigua, desde la época de Nerón a Tiberio, de Calígula a Taciano y sus sucesores. Al menos, hasta el siglo IV d.C. Sus palabras se expresan en tono ofensivo, con un lenguaje vulgar, de nulo tinte político, utilizando una amalgama discursiva de entre sentido común y vocabulario soez. No tiene otro destinatario que su club de fans. No se dirigió al pueblo, sino a sus seguidores. No analizó los grandes ejes de la política nacional, de cómo encarar, de manera novedosa, un proceso de abordaje de los problemas que aquejan a los ciudadanos. Raro en un país atravesado de enormes conflictos sociales, económicos y políticos. Dedicó unas pocas palabras a una pobre e inconsistente autodefensa. Primero de su visión de la economía y los ‘logros’ alcanzados en materia de inflación para luego desvincularse de su conflicto político y penal tras un fallido intento de una situación vergonzosa con un imitador de periodista en un conocido canal recolector de residuos informativos en dónde se trató de ocultar las doble estafa del presidente: la económica y la política, la del ‘crypto gate’ y la del uso del Estado para beneficio propio. El único mérito que remarcó fue la baja de inflación y el recorte presupuestario del Estado que evidencia su odio hacia el mismo, una contradicción principal, dado que él es el representante maximo de aquello que odia. Aludió a cifras que no tienen forma de existir, como aquel mentado ‘éxito’ de haber frenado una inflación del 17.000%. Resulta inexplicable. Simplemente porque lo es. Reflotó el discurso de la estabilidad macroeconómica desconociendo sus implicancias directas en el consumo diario de los argentinos que bajó sustancialmente a límites intolerables, aumentando la pobreza y la indigencia a cifras escandalosas. Allí están los números oficiales y privados para desmentir los del presidente. Su defensa del actual ministro de Economía (al que otrora trató de culpable de los desastres del país) lo hace en el marco de un momento crucial de su cartera, cuando el FMI le está condicionando la entrega de fondos frescos en dólares a cambio de la renuncia de la Soberanía Política y ciertamente, económica, mediante un nuevo endeudamiento que conlleva una fuga de capitales al extranjero. Ya vivimos eso mismo hacer mucho tiempo y hace poco tiempo atrás. Mala memoria. El escándalo internacional y nacional al que el gobierno se ve sometido actualmente no lo tapará una defensa discursiva presidencial. El rescate de la ministra de Seguridad es otro dislate. Está acompañado de un análisis banal sobre un hecho puntual desgajado del contexto y en el marco de una pelea por el vaciamiento de recursos a una provincia que tiene el 40% de la población nacional. El reciente ataque al gobernador Kicillof evidencia la ambición de quedarse con una provincia en la que perdió por goleada en las últimas elecciones. No se habló de Trabajo ni de Producción. Su modelo de gobierno descarta la producción porque se apoya en el negocio financiero, particularmente el de la especulación. No se habló de Jubilados. Lógico, porque luego de las elecciones de octubre se viene (si todavía estuviera en el gobierno) la reforma previsional. No se habló de Educación porque cunde el mismo proyecto. No se habló de Salud porque el achique del Estado contempla la baja de recursos en esa área. No se habló de Comercio porque el Mercosur (lo único que mencionó del tema) será historia para la Argentina. Lo mismo que el BRIC. Todo para cerrar un Tratado de Libre Comercio con el imperio en decadencia de los EEUU. No habló de Política Internacional porque no sabe nada de nada ni él ni los que lo rodean. No habló de fortalecer las economías regionales porque para Milei, solo existen las 10 cuadras alrededor de la Casa Rosada, no un país con una enorme diversidad de riquezas, de gente trabajadora que espera que se la tenga en cuenta. No habló de Ingresos Públicos, solo se limitó a reencender la llama de la reducción de impuestos, toda una quimera, puesto que ello no explica cómo se lleva adelante un país sin recaudación. No mencionó nada respecto a la salud del papa, el argentino más importante de la historia nacional junto a San Martin y Belgrano. Su ninguneo a la figura religiosa más importante del mundo es en una clara manifestación de su desprecio por el pueblo y su fe. No hubo un llamado a la concordia nacional, a la pacificación política ni a la unidad de los argentinos. No hubo ni una señal de establecer un rumbo político que convoque al trabajo, a la dignidad humana y a la solidaridad política. Su discurso es vacío de política. Sus gestos son de un profundo desprecio por los ciudadanos. Sus palabras, dardos al sentir nacional. Sus deseos, una expresión profunda de coloniaje. Su mirada de país, la desintegración. Su concepción de Estado, la desaparición.

Milei no convoca a un sueño, convoca a un delirio.

Antonio (Tony) Nicolau.

olopez

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