Abortar la cultura medieval del patriarcado y la criadilla del terrorismo de estado
Por Omar López
A Patricia, que una mañana helada en Castelar apretó mi mano hasta el espanto, en la puerta de aquella clínica clandestina. A Pato y sus ojos fracasados sabiendo que despedía una probabilidad de futuro imposible de sostener en cuerpo y alma. Al puto rosario del medioevo que te viola con la creación de una culpa infinita como el infierno, que te privatiza el cuerpo y te abandona cuando te golpea el macho, el patriarcado, la cruz y la ignorancia.
A Patricia que se fue a Venecia buscando un ángel y los mil idiomas del cuerpo y la libertad fumada en peregrinas experiencias para olvidar el pasado de aquella fría mañana en Castelar.
A los tajos secos de mi memoria, pasando por esa casucha de madera y cartón en San Martín tras la denuncia de una madre desangrada en un aborto clandestino. Madre muerta, feto perdido, niños nacido vivo y vendido mientras la madre lo creyó muerto…A los tajos juntando aquellos días de cronista por esas calles de barro y miseria, de bocas cerradas ante la muerte cotidiana.
A las mujeres entrevistadas cuando descubrimos que vendían hijos por pan, yerba y arroz, en los tiempos de la miseria antigua con el FMI repartiendo ajuste y la muerte de pobres.
A ella que por hambre aceptaba entrar a casita para madres solteras que los curas administraban, dejando su bebe que luego era vendido.
A la Iglesia que calla esconde aún tanta información sobre los bebes robados, sobre las torturas a las mujeres en los campos de concentración, a esas niñas que le introducían una rata en el utero para destriparla sin contemplación.
A la criadilla de genocidas, a los oscuros gendarmes del conocimiento, del derecho, de la libertad, a esos soldados de la inquisición que hablan de la vida cuando se discute el derecho al aborto. Ellos que secuestraron, torturaron, vendieron bebes, compraron jueces y permitieron la venta ilegal de criaturas, a los sacerdotes que jamás expulsaron a un dictador, a un asesino, al mi querido padre Pepe que se preocupa de la vida y poco de la muerte a manos de los narcos en la Cárcova. A tanto deslizamiento intelectual, ético.
Hoy asoma una revolución femenina, una mirada multiplicada de cuerpos diferentes, de voces distintas, de manos de niñas, de mujer que regresa de los espantos, que se atreve a desnudar la política y vestir la dignidad que marcha por los derechos mutilados, por armar el rompecabeza de tanta identidad y razón sepuntada.
Sin duda, ellas, nosotros, juntos, podremos. Y vendrán los futuros amasados y los nuevos sentidos puestos en la lucha, en los armados de la razón, en la resignificación de la palabra, de una condición de la humanidad, la justicia, la política, la educación, que nos debemos. Son evidencias de una nueva vida, de un movimiento revolucionario que debe ser interpretado sin dogmatismos, y a los que hay que ir desnudos de certeza, dispuesto a amar, a dejar la vieja piel para vestinor de todas las juventudes que nos abrazan, nos interpelan, nos reciben para alcanzar un futuro que esta pidiendo a gritos todo el amor para juntar el alma maltrecha y vestirla de toda la justicia capaz de despedir a tanta oscuridad, tanto ostracismo. E<n el nombre de Patricia, de esa joven con los ojos huecos de la vida emigrada, a todas las que me dieron parte de su vida y su sueño, abrazo, verde, esperanza.