Amberense (*) El perro negro rasca la orilla empetrolada cinco hermanos apedrean la tarde piedras de emboquilladas que el río deglute. Tendió la madre seis trapos al último sol. La casucha tiene un jardín de latas y restos de naufragios. Sembrada una media bicicleta negrito de porcelana con una pierna amputada banderín justicialista un ojo de buey un buey sin ojos árbol seco un sauce llorón que pronto secará motor de auto destripado pasto seco y chatarra olor a kerosén una flor silvestre y polvorienta. El Docke dormita entre yuyales y postes de luz quebrados con cables caídos como tendones cortados y el viento araña los desvencijados tinglados. Arriba de una medianera de la fábrica abandonada un gato revisa la soledad el perro negro se bate a duelo con los moscardones que atacan su maltrecha cola. Una radio afónica relata el clásico del domingo sopla un viento del sur con olor a resina y sobre la vieja y moribunda barraca Amberense un bote azul y oro cruza la media tarde remando contra la ausencia. Inquietan apenas los lejanos bocinazos que ruedan por el Puente Avellaneda. El río es una enorme ballena de luto volcada de bruces sobre el aceitoso lecho. No se escuchan voces sólo leves murmullos de los desmantelados paquidermos que apenas se mantienen a flote y custodian jubilados marineros que por la noche luchan en la popa contra su nostalgia. Una orilla es el exilio otra el olvido las divide un río de traiciones. A veces la niebla las une y entonces se juntan los fantasmas con sus mujeres desdentadas los escuálidos hijos a cuestas y los perros orilleros. Se deslizan río adentro de la ciudad que los vomita y no llevan velas se iluminan con el grito brillan sus ojos inocentes trepan los sueños por sus manos de hollín. Van todos juntos piqueteando la bruma de la ignorancia de los hombres maniquí. Cargan el ancla para clavarla en el corazón de la injusticia. *Vieja fábrica del 1900 Publicado en libro Cazador de sueños, al otro lado del puente. 2005