Los latidos de la soledad

Por Omar López
Un perro con hambre y frío me despertó a las cinco, la noche es un naufragio de soledad que contemplo mate en mano y a contra lectura en las tapas virtuales de los diarios que crucifican la verdad cada día.
Como cada amanecer me fundo en el deseo de estar frente a un micrófono, amasando las palabras balanceadas entre canciones y despertar a los sentidos. Imagino la conversación cruzada de tantos silencios brotados en los cuerpos cansados de mi pueblo.
A esta hora mi alma es un desenfreno y cuesta domar tanta idea, formatos ocurrentes para una narrativa pretenciosa que ponga al desnudo el engaño informativo que cada día castiga y embrutece a millones. Recurro a la literatura que raspa, la que existe en mi barrio sin veredas y sin luz. Imagino el llamador de la radio juntando palabras con callos, como piedritas que se tiran a la ventana con la esperanza que la audiencia asome.
Lo mío parece imposible, a menos en este brote del amanecer, con tanta desventaja de concentración virtual, las redes que embolsan manadas de instintos y placeres. A unas y otros por la ansiedad, el deseo de una pertenencia, la curiosidad, el millón de amigos, el sueño de seguidores de un mundo que viene con un kit creativo de formas, colores, sentidos, olores, para ofrecerse en las pasarelas veloces de un desierto de identidades y necesidades reales. Maso como remar en brea.
La batalla eterna por el poder de contar, todos los frentes del saber, la historia humana reconfigurada como un mecano que tantea el borde del precipicio donde cae toda existencia. La guerra de las ideas, lo verdadero, lo falso y el engaño; cuando la mentira se vende como verdad. Los pobres sin destinos y sus vecinos acomodados unidos por la única aspiración de creerse como su amo. Esa catástrofe cultural reencarna cada día en el mundo que lleva en andas al amo y sepulturero de la civilización.
La radio murmura en ese rincón de la casita humilde. Pero es la radio en medio del fuego y los relatos que bombardean.
Los pibes de este barrio no la escuchan, no leen el aire ni el papel, curten la literatura de la imagen en Tik Tok. Su pensamiento es su gestualidad instantánea, como la piedra que te tira a media tarde o muy de noche, cuando no se adivina el rumbo y todo es insoportable. Alguien necesita que te enteres de su furia de no ser.
Tenemos tanto de nada que nos igualamos en esta soledad que nos quema.
Imagino un saxo en fuga, una palabra que parte, la patria estrujada de tristeza, todos los amores vencidos y un niño llegando entre tanta noche arañada y un alba que despabila borracha, pequeña esperanza recién nacida bajo un farol amarillo abrigado de telarañas. Una madre trémula abriga al recién llegado con el amor de su pie vencida, el pequeño no llora, las sombras respiran cuando amanece un nuevo destino. Es mucho en este desierto, y alcanza para seguir creyendo que existe un porvenir.