La mafia del poder económico, su candidato y su relato

Por Mate amargo
En el mercado central el kilo de papa cuesta 390 mangos. En los barrios populares hay verdulerías que venden el kilo a mil mangos. Dónde y cómo está la intervención efectiva del Estado. Esa es la deuda interna impostergable.
Mientras aún se preguntan por qué el 73 por ciento de los que no fueron a votar, son seguidores de Unión por la Patria, el límite social, político, la piel del pueblo está en llamas.
La pulseada con el FMI es parte de una necesidad política, pero, la pulseada con el poder real que desde hace 70 años maneja la estructura económica impone una reacción inédita.
El golpismo al bolsillo tiene muchos frentes y un par de articuladores poderosos. Hablamos del poder económico real, que tiene nombre, apellido, historia, operadores políticos, servicios de inteligencia, compra y venta de lealtades. Suben y bajan la guillotina del dólar ilegal que su industria hegemónica mediáticas anoticias como el instrumento que marca la cancha. Legalizado el criminal sentido de su impuesta realidad, el poder lleva y trae al estado a su campo de juego.
Mientras pasan los días volando y el final de la carrera electoral está más cerca y oscuro que nunca. Y por lo que se ve y vendrá, las medidas de un gobierno sin mando firme seguirán emparchando la grave inundación social del Titanic nacional.
No puede haber más bono a los jubilados, hay que triplicar los haberes. Es difícil imaginar a un funcionario caminar la rutina política de una vecina del barrio del conurbano intentando comprar algo para morfar. El pan casi a mil pesos, la carne impagable para la mayoría. ¡No jodamos! De cuántos ciudadanos estamos hablando que no llegan a diez de cada mes.
En los últimos siete días el sistema de este capitalismo a asalto al pueblo fusiló a un cuarto de la población de inquilinos que ya no pueden pagar ni renovar el contrato por un techo prestado.
En tanto el candidato de la derecha que más sentencias escupe contra “la casta”, paradoja mediante, es puesto en pantalla, producido, y regulado en sus tiempos y guión por ese poder económico real que sí es la CASTA. La que te mata produciendo una inflación que el gobierno no tuvo coraje de enfrentar con medidas políticas que necesariamente requería que los enfrentara en lugar de la farsa del diálogo “civilizado” que nunca frenó la barbarie remarcadora de los precios.
Milei propone el deseo de demoler el Estado de Derecho, sin un poder democrático que no regule ni intervengan sobre el mercado; y va con todo por ese relato.
Energía, Salud, Trabajo, Ciencia y Técnica, Educación, venta de órganos, privatizar el Estado. Pero no todo es lo que parece porque los titiriteros del poder saben no es negocio destruir el Estado, quieren gobernarlo.
Es una evidencia palpable que una parte de los seguidores de Milei tiene un violento resentimiento con el gobierno actual. Pero sería un error focalizar la lectura de ese voto bronca en una franja generacional. Existe un malestar tan grande como cruzado por diferentes comprensiones que se sostienen en experiencias de vida concreta. Y es ahí donde la lectura del gobierno carece de identificación y resolución política.
La pobreza modifica la condición humana, en semejante desmoronamiento cambian valores, sentidos, y valores. La impotencia de tanta frustración se corporiza en la violencia de no poder avistar lo que viene bajo el poncho de todas las patrullas de la derecha que empuñan que el mal es político, que todos son chorros, en tanto la gran mafia que se viene llevando puesto al país no aparece en ningún discurso de esos candidatos iluminados mediáticamente por derecha y mal confrontado por muchos de los medios llamados progresistas.
Queda un tiempo muy escaso para la reacción y urge poner el gobierno en la calle, en la verdulería, en las carnicerías, en los super, en los bolsillos de los argentinos desamparados por una inflación que se debe detener enfrentando a la mafia del poder económico y difundiendo cómo operan.